Una bruja buena, vieja y sin nombre plantaba en su balcón semillas de palabras preciosas. Las regaba y las cuidaba con mucho amor. Pero no consiguió nunca que creciera la palabra imaginación. Para conseguirla prepara una poción mágica y la introduce en los chupes y caramelos que reparte a los niños de su ciudad. Triste la bruja por no conseguir obtener la semilla de la palabra imaginación se le ocurre otra idea. Volver hacer de nuevo otra poción diferente, meterla en la bodega y derramarla sobre los alimentos de un avión que viaja a repartir alimentos a lugares pobres del mundo. Cuando el avión aterriza en esos lugares los niños cogen con esperanza e ilusión: leche, arroz, sémola, etc. mezclada con esa poción mágica.
La bruja confía en los niños hambrientos de la tierra. Sueña que algún día no les falte de comer y aprendan a leer y escribir. Sólo entonces crecerá LA IMAGINACIÓN.
Recibimos un precioso regalo: PALABRAS, como amistad, amor, imaginación, etc.
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